jueves, 17 de enero de 2013

domingo, 28 de octubre de 2012

Amor a la ITALIANA

Porque a veces es difícil olvidar a la familia italiana... No recordar a esa mamma que son todas las madres, a esa que ejerce de patriarca en silencio durante las grandes comidas familiares de los domingos, en la mesa y sillas de madera con el Sol sobre nosotros...

Que se lo pregunten a Dolce...









lunes, 27 de agosto de 2012

Nunca se es lo suficientemente rica ni se está lo suficientemente delgada.


COCO Chanel

lunes, 28 de mayo de 2012

domingo, 1 de abril de 2012

CASIRAGHI

CAROLINA ME IMPRESIONA, PERO AÚN MÁS ESTA HISTORIA:

En octubre pasado se cumplieron 20 años de la trágica muerte de ese príncipe sin corona, que seducía a todo el mundo con su mirada melancólica y que también hizo creer no sólo a la princesa Carolina que la vida es capaz de sorprender con amores fascinantes en los momentos más inesperados. Esta es una de las historias de amor más potentes y añoradas de los últimos años, por eso la recordamos en esta fecha, en que vale la pena creer en el amor.








A  los treinta años, usted es rico y célebre. ¿Su destino está ligado exclusivamente a su matrimonio con la princesa Carolina de Mónaco?
–Pienso que tuve una suerte enorme en mi vida al encontrar a mi esposa. Durante el verano de 1983 la conocí en un crucero por Córcega. Nos reencontramos solos por diez días en Cerdeña y comprendimos que deseábamos vivir juntos.  

Esta fue la respuesta que dio en su última entrevista Stefano Casiraghi y que fue publicada en el diario italiano “Il Messaggero”, justo cuando gran parte del mundo estaba enfocado en lo que sucedería con la reunificación alemana y Mónaco ya había vivido el octavo aniversario de la muerte de la princesa Grace.
Al poco tiempo de esta romántica declaración y de celebrar apoteósicamente su cumpleaños número 30 en Marruecos junto a su mujer y sus amigos más cercanos, el hombre que parecía tenerlo todo sería víctima de una de las más trágicas muertes. La tarde del martes 3 de octubre de 1990 el mundo fue conmovido cuando se confirmó, vía comunicado de prensa, que: “El señor Stefano Casiraghi, esposo de su alteza Carolina de Mónaco murió esta mañana cuando participaba a bordo de su barco en una prueba puntuable para el campeonato del mundo”.

Stefano Casiraghi se había fascinado con la modalidad fuera de borda, denominada también como la fórmula uno de la motonáutica, dadas las velocidades de la competencia. La tragedia fue porque su lancha de 1.600 caballos, bautizada “Pinot de Pinot”, se volcó en plena competencia frente a la costa de Saint Jean Cap Ferrat y de ese accidente sólo se salvó su compañero (Patrice Inoccenti), pero él fue rescatado dramáticamente sin vida, ya que para colmo estaba absolutamente atrapado en la embarcación.

Tanto el amor que vivió con Carolina de Mónaco, como él mismo son imposibles de olvidar, porque antes que nada Stefano Casiraghi, no sólo era buenmozo y millonario, sino que también en él había algo especial. Quizás estaba en sus ojos y por eso sus amigos le decían “el bello de mirada melancólica”. Como si a través de ella se fuera a saber que pese a tener el mundo en sus manos, su vida iba a ser demasiado corta.
Cómo no recordar que sin ser un príncipe de verdad, por título o sangre, pasó a ser “el príncipe” que todas habían soñado para Carolina de Mónaco, la más linda, elegante, joven y sofisticada que deambulaba por Europa a principios de los 80 después de haberse separado del playboy francés Philippe Junot, que era 17 años mayor que ella. 

Después de Junot y sus oscuros ambientes de discotheques parisinos, trasnoches y la máxima frivolidad, aparecía un hombre joven, que pese a ser hijo de uno de los industriales más ricos del norte de Italia había sido capaz de gestar por sí mismo una no menospreciable fortuna a través de una agencia inmobiliaria, restaurantes y textiles. Era un éxito en todo, al contrario de Junot, bastante más fracasado, experto en sacar provecho y que utilizó a Carolina como un sensual objeto de exhibición.

Así, este italiano, de sólo 22 años, era el verdadero príncipe que realmente merecía Carolina (con 25 años) después de todo su sufrimiento.

Stefano Casiraghi y Carolina de Mónaco




El matrimonio fue el 29 de diciembre de 1983, en el Palacio de Montecarlo. La princesa lució un diseño de la casa Dior que disimulaba sus tres meses de embarazo.
Stefano Casiraghi y Carolina de Mónaco
Carolina y Stefano se enamoraron con sólo mirarse en un crucero por Córcega. Se volvieron locos de amor y no pudieron separarse.


Un crucero y el príncipe encantado

El destino unió a Carolina y Stefano en un crucero por Córcega y navegando por el Mediterráneo se vieron por primera vez. Se enamoraron con solo mirarse y se volvieron locos de amor, tanto que después de ese viaje se perdieron juntos por unas semanas y cuando aparecieron los nuevos enamorados ya eran noticia por todas partes.

Con esto Carolina dejaba atrás su relación con Robertino Rosellini y Stefano a una novia italiana, Pinuccia Macheda, quien cayó obviamente en una depresión horrorosa al ver que su amor, con el que acostumbraba a pasear en Ferrari por las cercanías del Lago di Como, la dejaba por la princesa Carolina de Mónaco.
Todo fue muy rápido, apasionado, tanto que se fueron a viajar por Nueva York, París y Milán, porque no concebían separarse… Fue ahí donde Stefano, como buen italiano apegado a su familia, convidó en forma oficial a Carolina a la villa “La Cigogna”, con 50 habitaciones y de propiedad de sus padres. En ese lugar, que era una especie de castillo italiano, la princesa compartió con quienes en el futuro serían sus suegros y sus cuñados.

Después de esta visita, vino el turno de Stefano en Mónaco y allí estuvo con los Grimaldi, quienes lo adoraron, especialmente Rainiero que vio en él al mejor hombre que su hija podía tener.
Con una Carolina que no dejaba de sonreír y que de a poco comenzó a cambiar su vestuario por uno más conservador, se realizó el matrimonio flash de esta pareja debido a que estaban esperando a su primer hijo, Andrea.

Stefano le regaló a Carolina un anillo de zafiros de color azul, amarillo y rosa, casi como si supiera que serían tres los hijos que tendrían. El matrimonio fue el 29 de diciembre de 1983 y la princesa lució uno de los vestidos más clásicos de la historia de la moda, un diseño de satín beige que Marc Bohan, de la casa Dior, creó especialmente para que Carolina disimulara sus tres meses de embarazo.

La ceremonia que se realizó en el palacio de Montecarlo fue sencilla y asistieron sólo 60 invitados, entre los que se contaban los Grimaldi, los Casiraghi (como los padres de Stefano y sus tres hermanos, Rosalba, Marco y Daniele), la princesa Antoinette, hermana de Rainiero; el príncipe Louis de Polignac, la íntima amiga de Carolina, la modelo Inès de la Fressange, y Paul Belmondo, entonces novio de Stephanie. De ese día, las fotos hablan por sí solas y son pura ilusión y felicidad total, tan distintas a aquellas del matrimonio de Carolina con Junot, donde el rostro de la princesa Grace no era el más dichoso.

Tampoco hay que dejar atrás la polémica religiosa que se dio con este matrimonio, ya que muchos conservadores y varios sacerdotes (como el ex párroco de la Iglesia Romana de San Lorenzo) se dedicaron a recalcar que la princesa no tenía aún su nulidad religiosa por lo que cometería pecado mortal. En una ocasión le preguntaron a Stefano por el hecho de que Carolina era divorciada y dijo: “Ella se equivocó con Junot. Pero eso no significa que tenga que quedarse sola para siempre. Si decidió casarse de nuevo es porque está convencida que yo soy el hombre de su vida. También yo espero envejecer al lado de Carolina…”.

Se dice que el sueño de ambos era bendecir su amor en el altar, pero esto no pudo cumplirse mientras Stefano estuvo vivo. Sin embargo, el nacimiento de sus tres hijos, Andrea, Charlotte y Pierre, y lo cariñoso que era él con ella fueron aliviando aquello que la Sacra Rota nunca les dio y que sólo concedería dos años después de la muerte de Stefano Casiraghi.
Stefano Casiraghi y Carolina de Mónaco
Cuando nació Andrea Casiraghi, Carolina le dijo a su marido: “¡Es igual a ti!”.
Stefano Casiraghi y Carolina de Mónaco
Así como Stefano adoraba a su mujer y a sus hijos, también era un apasionado por la velocidad y el off shore.
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El funeral de Stefano, el sábado 6 de octubre de 1990, fue desgarrador. Carolina desecha fue acompañada siempre por su padre, el príncipe Rainiero.
Stefano Casiraghi y Carolina de Mónaco




La “Era Casiraghi”

Stefano era responsable y adoraba a sus hijos. Siempre fue un excelente jefe de familia, tanto que cuando murió muchos hablaron –sin imaginar en la sensación que hoy causan sus tres hijos– del fin de la “Era Casiraghi”. Sin embargo, ese comentario más bien era porque Stefano ayudó al príncipe Rainiero a llevar las finanzas, además de crear grandes planes para el principado, en un momento en que Alberto de Mónaco más bien se dedicaba a los deportes y a las bellas mujeres.

Tanto era lo que Rainiero lo estimaba y confiaba en él, que en esos años también se decía que Stefano había recibido el título de Duque de Mazarino, porque existía una gran posibilidad de que fuera Carolina quien sucediera a su padre en el trono.

Pero más que ser un excelente yerno, también era el mejor príncipe consorte, que no se molestaba en tener que caminar un poco más atrás que su mujer si lo tenía que hacer por protocolo o de contestar que para él no era tema el rango de Carolina o los contactos que había adquirido al casarse con ella. Al final sabía que la quería de verdad y que quería envejecer con ella. Por eso siempre aparecían como dos novios, que no dudaban en andar de la mano o de coquetear sin problemas, siempre cómplices, siempre enamorados. Abrazados a sus hijos, al aire libre, en su vida cotidiana, disfrutando con sus amigos. Era una felicidad plena la que se reflejaba en cada una de sus fotos y que parecía que tampoco les molestaba compartirla con los paparazzi y, por ende, con el mundo.

Stefano fue un príncipe sin corona, un padre ejemplar, que lo único que quería era tener muchos hijos con Carolina (y ella también), pero que murió tratando de probar que era uno de los mejores pilotos de lanchas off shore. Por algo Carolina ya detestaba ese deporte con antelación… Porque, quizás intuía que era demasiada la felicidad que estaba viviendo y que era el riesgo que no había que asumir, pero ante un italiano apasionado, no había nada que hacer… Así como la adoraba a ella y a sus hijos, él se había fascinado con la velocidad. Una historia de amor que fue, a su vez, demasiado rápida y que todavía conmueve e incluso duele, sobre todo cuando se vio a la princesa Carolina retirarse a vivir a Saint-Remy, tener una estrecha relación con el actor Vincent Lindon, para luego casarse y separarse de alguien como Ernest de Hannover, o cuando Andrea, Charlotte y Pierre Casiraghi celebran por el mundo con tanta belleza, juventud y dinero, pero también con una particular e inolvidable melancolía en la mirada.

La historia de Carolina y Stefano fue el comienzo de un cuento de hadas. Un breve cuento que sólo duró siete años. La tragedia marcó una vez más la vida de Carolina. Sin embargo, fueron siete años plenos de felicidad y con tres hijos que llenaron la existencia de los dos.

viernes, 25 de noviembre de 2011

Freja Beha Erichsen

Danesa. Roskilde.

Nacida en el 87.

Ojito derecho de Karl. Ambigua, guapa, dulce, genial, borde? ELLA.

Y anda en pasarela como los Dioses.